Violación, derechos humanos y perspectiva de género
22/05/2018. Noticias sobre Justicia > Noticias de Salta
Por Natalia Buira
Las semanas pasadas tomamos conocimiento por los medios de comunicación y las redes sociales de violaciones sexuales perpetradas en la provincia por bandas de varones a una joven de nombre Belén en Salta capital y a una adolescente casi niña de 13 años en Rosario de Lerma, estos hechos nos recordaron la violación de una niña wichi de 12 años en Alto La Sierra por una banda de varones criollos en noviembre de 2015. Abordaremos este durísimo tema desde la óptica de los derechos humanos de las mujeres y las niñas a una vida libre de violencias. Seguiremos a especialistas en estudios de género de la envergadura de Dora Barrancos, Eva Giberti, Diana Maffia que nos enseñan desde su Diccionario de estudios de género y feminismos, de Editorial Biblos publicado en 2007. La violación sexual a las mujeres es una violencia de género de las más extremas que deriva de la vigencia del patriarcado. En las últimas décadas del siglo XX se avanzó y se planteó el carácter social y político de esta práctica patriarcal en desmedro de lo individual hasta entonces predominante. Así se cuestionó la violación sexual como algo originado en patologías mentales o considerada como una conducta individual aislada. Se avanzó en el conocimiento de los procesos sociales de silenciamiento tanto de los hechos como de las respuestas a esas prácticas (las violaciones), también se progresó en el abordaje y prevención desde un lugar más respetuoso de las víctimas.
Esta mirada nueva se debió a la recepción en el siglo XX de la acción y los postulados del feminismo y a los instrumentos internacionales protectorios de los derechos humanos de las mujeres emanados de organismos internacionales.
En esta perspectiva, en las violaciones ya no se trata solo de unos individuos que transgreden el deber ser y los límites para el logro personal de una satisfacción sexual sino que se trata del sostenimiento de un orden social y político que busca atemorizar y confinar a las mujeres a un espacio físico y simbólico de subordinación y terror permanente.
La violación sexual es principalmente un ejercicio de poder de sometimiento de una persona sobre otra sin su consentimiento. Dichas violaciones sexuales a las mujeres son condenadas moral y legalmente en casi todas las culturas pero son las prácticas judiciales las que dan la exacta medida de esa condena.
Esta distancia entre las condenas morales y legales y las prácticas judiciales es señal del desacople entre el derecho y el imaginario social dominante que sigue siendo patriarcal, también se erige como un signo de ello la frecuencia alta de las violaciones a pesar de la mayor condena social. No comprender las violaciones sexuales desde esta perspectiva de género, y quedarse con lo individual y lo patológico es no comprender la dimensión real de lo que ocurre en las violencias hacia las mujeres. Las violaciones no son producto de situaciones inexplicables, de conductas patológicas de los perpetradores, sino de un sistema estructural de opresión, son una forma extrema de terrorismo sexista motivado por un sentido de posesión y control de los hombres sobre las mujeres. Estas violaciones ocurridas recientemente nos muestran el carácter social, generalizado de la violencia basada en la inequidad de género, nos aleja de planteos individualizados y patologizados que tienden a representar a los victimarios como “locos”, “animales”, “fuera de control”, “sin límites”, así se oculta la verdadera dimensión del problema, que es social y político y resultado de las relaciones desiguales y estructurales de poder, dominación y privilegio de los hombres sobre las mujeres. Las indiferencias, las omisiones, las políticas, los procedimientos se muestran ineficientes para resolver esta gravísima problemática y reflejan la estructura de dominación y subordinación propia del patriarcado. La sociedad y sobre todo el Poder Judicial debe demostrar su tolerancia cero frente a las violencias contra las mujeres.
EL TRIBUNO