Paremos la pelota
25/11/2018. Noticias sobre Justicia > Noticias de Argentina
Lo que pasó en las inmediaciones del estadio de River fue un bochorno de proporciones siderales. Sin consensos básicos, la Argentina es un barco sin capitán y sin brújula. Estamos a la deriva y seguimos desaprovechando oportunidades. Está en nosotros
No perdamos la objetividad: es muy doloroso lo que pasó ayer en las inmediaciones del estadio de River Plate; fue un bochorno de proporciones siderales. Una vez más, la Argentina dio pena. Un verdadero papelón global. Sin embargo, la Argentina no es solamente eso: es un país lleno de expresiones culturales, científicas, artísticas y también deportivas de las que con absoluta justicia nos podemos sentir muy orgullosos. Tenemos, qué duda cabe, que trabajar mucho para que nunca más vuelvan a ocurrir aquellos episodios de violencia, desidia y descontrol. Pero de nada sirve si perdemos el sentido de las proporciones y caemos en exageraciones innecesarias.
¿Qué podemos aprender del desastre que vivimos ayer? Lo más importante es que el Estado argentino fracasa en brindar un bien público esencial como la seguridad. Es obvio que todos los días tenemos evidencias permanentes de este déficit, pero todo “el operativo de inseguridad” en torno de la frustrada final de la Copa Libertadores es un caso perfecto, de libro de texto, de la incapacidad del Estado de garantizar la seguridad del conjunto de la ciudadanía. Ya durante la semana habíamos tenido otra manifestación absurda y frustrante de barbarie e impotencia con la violencia desatada en la cancha de All Boys, incluyendo gravísimas manifestaciones de antisemitismo. Pero lo de ayer, dada la trascendencia del partido, es mucho más difícil de comprender: si había que mostrar que éramos capaces de garantizar condiciones mínimamente razonables para que se desarrolle este espectáculo sin grandes sobresaltos era justamente en este caso. A días de que se desarrolle la cumbre del G-20. A dos semanas de que el presidente Macri pidiera que en ambas finales hubiera público visitante. Y con la mirada atenta del mundo deportivo entero, que hasta ayer se preguntaba cómo podía ser posible que un país estancado hace más de un lustro, con un tercio de la población pobre y que carece de recursos para pagar sus obligaciones externas pretendía coorganizar el Mundial del 2030 y las Olimpiadas del 2032. Tal vez lo bueno de lo malo que vivimos ayer es que nadie tendrá por mucho tiempo el descaro de seguir proponiendo semejante despropósito.
Si el Estado argentino solamente fracasara en materia de seguridad ciudadana, sería algo preocupante pero solucionable: con un plan estratégico, recursos financieros, cooperación internacional y voluntad política en un tiempo prudencial podríamos mejorar nuestros estándares en la materia. Pero todo el funcionamiento del Estado, a nivel federal, provincial y local, debe mejorar muchísimo. Fracasamos también en materia de educación, salud, justicia, infraestructura física y cuidado del medio ambiente. No tenemos una burocracia calificada ni mucho menos bien remunerada. Carecemos de planificación estratégica y de horizontes temporales de mediano y largo plazo. La inmediatez, las urgencias y la improvisación imperan en la esfera pública, mezclado con los caprichos y las negaciones de los gobernantes de turno.
Cuando el Estado fracasa o desaparece, ese espacio lo ocupan las mafias. Eso lo vemos a diarios en cada rincón de la Argentina. Lo curioso, y preocupante, es que este Estado recauda cifras récord, asfixia a la sociedad con impuestos y es incapaz de brindar los bienes públicos esenciales. Además, con un sector público tan inmenso y tan inútil se obstaculiza el desarrollo económico y se generan serios problemas de gobernabilidad democrática.
Más aún, a la corta o a la larga, las mafias terminan capturando parte del aparato del Estado, estableciendo un vínculo simbiótico, un gigantesco círculo vicioso. ¿Acaso las redes del narco no han penetrado en los tres poderes del Estado y en los tres niveles de gobierno? ¿Acaso no ha existido siempre una más que opaca connivencia entre policías y barra bravas? Los tentáculos de la corrupción han penetrado tan profundamente que, como en el juego del “poliladron”, no está claro quién está de un lado y quien del otro.
¿Es este gobierno, tanto a nivel nacional como de la Ciudad, responsable de tantos desatinos? Sin dudas. Pero todos los anteriores, también. Porque el desastre actual es el fruto de décadas de mala praxis. Por eso, es fundamental evitar las chicanas y comenzar a desarrollar un plan integral de reconstrucción del Estado. Ninguna sociedad puede funcionar cuando falla tan groseramente su espina dorsal.
Este debe ser un objetivo prioritario de toda la sociedad. De lo contrario, estamos condenados a seguir fracasando. A la corta o a la larga, todos somos o seremos víctimas si seguimos sin hacer nada al respecto.
En unos días comienza la cumbre del G-20. Se supone que el gobierno tuvo el tiempo suficiente y la colaboración internacional como para montar un plan de seguridad apropiado y eficiente. Ojalá que así sea. Que todo sea un éxito. Que los líderes del mundo se vayan satisfechos de su visita. De todas formas, cuando todo pase, deberemos preguntarnos si realmente valía la pena invertir tanto tiempo y recursos en organizar esta cumbre cuando tenemos tantas otras urgencias domésticas por resolver. Los eventuales acuerdos que logremos, ¿no podían acaso concretarse de otro modo? Tenemos la casa con una estructura más que endeble, entra agua cuando llueve, no tenemos agua ni cloacas. ¿Estábamos para recibir visitas tan importantes?
La Argentina no es lo que vimos ayer. Es mucho más y mucho mejor que eso. Pero en la medida en que no logremos consensos básicos para mejorar la calidad de la política pública, la estructura del Estado, la capacidad de nuestros gerentes y empleados públicos, lamentablemente seguiremos conviviendo con esta clase de episodios horrorosos.
Dada la ausencia de pensamiento estratégico, la Argentina es un barco sin capitán y sin brújula. Estamos a la deriva. Seguimos perdiendo el tiempo y desaprovechando oportunidades. Paremos la pelota. Está en nosotros revertir la situación.
DARIO BORENZSTEIN
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