A 13 años del alud que cambió el aspecto y la vida de la ciudad
13/02/2022. Noticias sobre Justicia > Noticias de Salta
La mañana del 9 de febrero de 2009 se desató una tragedia de dimensiones desconocidas, que costó dos vidas.
Había llovido día y noche durante una semana y a pesar de que en el norte es sabido que el mes de mayores precipitaciones es febrero, nada hacía pensar que la mañana del 9 de febrero del año 2009 la tragedia y el pánico se desataran sobre Tartagal.
Las imágenes eran dantescas, los vecinos lloraban en las calles porque jamás un tartagalense había imaginado que iba a ser testigo de la furia incontenible de la naturaleza que, embravecida, iba a ser capaz de destrozar todo a su paso.
A las 9 de la mañana del 9 de febrero de 2009 un aluvión de lodo bajó desde las serranías del oeste, en principio, por el cauce del río Tartagal, con tal furia que los árboles que traía consigo y las toneladas de barro golpearon contra el viejo puente ferroviario, aquel que había sido un paso fundamental, un hito en la concresión de pueblos como Tartagal, porque por allí ingresó desde hace más de 8 décadas el tren balasto, el sembrador de pueblos.
La furia de la correntada de un color marrón intenso arrancó de cuajo el viejo puente ferroviario y lo acercó al puente carretero ubicado sobre la avenida Packam.
La correntada pasó por encima de esa segunda estructura y ya en un cuello de botella se diseminó por más de 100 metros a ambos lados del puente. En todo ese perímetro no quedó prácticamente nada, salvo las construcciones más sólidas, porque al resto se lo llevó el impresionante aluvión.
Las consecuencias
En una de las márgenes del puente sobre la avenida Packam residían dos mujeres mayores que perdieron la vida cuando la correntada arrancó de cuajo su vivienda de madera, dejando como saldo luctuoso el fallecimiento de ambas.
En la otra margen un vendedor de vehículos que exhibía una decena de unidades vio de qué manera el alud se llevaba los vehículos como si hubieran sido de juguete. Y a una distancia de unos 50 metros del puente, los vecinos alcanzaron a rescatar a la ex diputada provincial Eva Garnica, mientras otros se ayudaban entre sí, como los que residían una cuadra más bajo sobre calle Rivadavia. Con piolas, amarrándose de la cintura, salían cubiertos de lodo de adentro de las viviendas donde el alud comenzaba a cubrirlas y destruir todo lo que había en su interior como electrodomésticos, muebles, prendas de vestir, alimentos.
Mientras la tragedia se desataba en los alrededores del puente, a unos 30 metros, una periodista que intentaba transmitir para una radio de General Mosconi lo que estaba sucediendo debió ser sacada por los vecinos porque literalmente el alud amenazaba con llevársela.
Sobre la avenida 9 de Julio el agua con barro, troncos y todo tipo de elementos comenzó a diseminarse arrastrando toneladas de sedimentos, mientras en Villa Saavedra unas 300 viviendas quedaban totalmente cubiertas de barro.
La participación de los soldados
Mientras todo este desastre se desataba en menos de una hora, y sin que nadie pudiera predecir qué pasaría en los minutos siguientes, los soldados del Regimiento 28 de Infantería salieron con los unimogs, a pie y en motos a auxiliar a la gente, que no podía dejar por sus propios medios las casas que se llenaban de lodo.
Así, el patio del edificio municipal que da sobre calle Belgrano comenzó a llenarse de vecinos que eran traídos por los vehículos militares, llenos de barro, cubiertos con algunas mantas y con la mirada perdida, sin poder creer aún lo que les estaba sucediendo.
Una de las imágenes más impresionantes se dio en el barrio Santa María, cuando los mismos vecinos se ayudaban entre ellos a rescatar mujeres y niños de las precarias viviendas ubicadas sobre la margen izquierda de la avenida Packam, sector por el que bajaba una gran correntada del alud.
Era tal la cantidad de barro que bajaba de los cerros del oeste que una empalizada de varios metros de altura comenzó a formarse arriba del puente de la avenida Packam y de la esquina de la avenida 9 de Julio. Sin electricidad -que se cortó por prevención en toda la ciudad- , sin comunicación telefónica fija ni móvil, Tartagal vivió el pánico durante varias horas, hasta que el agua dejó de fluir a su libre albedrío por las calles, dejando atrás de sí solo destrucción, pánico y muerte, con más de un metro y medio de barro dentro de las casas.
Lo que vino después
Dos días después del alud llegó la entonces presidenta Cristina Fernández, recorrió algunas viviendas que habían quedado reducidas a montículos de barro y lanzó un plan integral de reconstrucción de Tartagal con la reparación de 300 viviendas de Villa Saavedra, la construcción de dos barrios nuevos -uno de ellos alejado del río para que vivieran los daminificados que se quedaron sin nada- la reconstrucción de los casi 2 kilómetros de las defensas del río que atraviesan Tartagal y la construcción de dos nuevos puentes.
Por más de 30 días los soldados del Regimiento 28 Juana Azurduy le dieron las tres comidas a los damnificados, porque eran más de 2 mil los tartagalenses a quienes no les había quedado ni un alimento ni un par de platos o una olla.
En un par de años la ciudad fue reconstruida, pero en la zona de mayor afectación del alud en dos horas aquel de 9 de febrero el aspecto cambió de una forma tan drástica que fue algo que solo la furia de la naturaleza podría haber hecho.
Por mucho tiempo los tartagalenses dejaron de dormir en las noches de intensas lluvias y muchos amanecían al lado del río, en la quebrada llamada Ñancahuasú, presas del temor y para no ser sorprendidos otra vez como esa inolvidable mañana del 9 de febrero de 2009. (Corresponsalía Tartagal)
Fuente de la Información: El Tribuno