La Casa de Juan Galo
24/12/2025. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
Bien podría escribirse una suerte de novela histórica con este título; sin embargo, lo cierto es que don Juan Galo de Leguizamón y Salinas, tal era su nombre completo, nació en Salta el 16 de octubre de 1785, el mismo año del natalicio de Martín Mi
Bien podría escribirse una suerte de novela histórica con este título, sin embargo, lo cierto es don Juan Galo de Leguizamón y Salinas, tal era su nombre completo, nació en Salta el 16 de octubre de 1785. El mismo año del natalicio de Martín Miguel de Güemes y del coronel José de Moldes. Era hijo de Juan de la Guerra Gallo de Leguizamón y Sosa y de doña Concepción de Salinas y Herrera, ambos oriundos de Catamarca. Juan Galo era el nombre con el que se lo había ungido en el bautismo, sin embargo en Salta se confundía con el apellido y así se lo mencionaba e incluso constaba en los documentos que firmaba. Se dice que cursó sus estudios de latín y gramática en el Convento franciscano de San diego, que en realidad corresponde a la Iglesia de San Francisco, la cual por orden de Hernando de Lerma debía ser designada Iglesia y Convento de San Diego de Alcalá, según dispuso a continuación de fundar la ciudad de San Felipe de Lerma en el Valle de Salta, el 16 d abril de 1582, en el lugar donde actualmente se erige dicha basílica menor. No obstante al templo nunca se le impuso ese nombre. Dese muy joven don Juan Galo se dedicó de lleno al comercio donde tuvo particular éxito y le permitió amasar una considerable fortuna personal.
Pese a dicha noble profesión, producida la Revolución de Mayo ingresó como voluntario al ejército patriota sirviendo en el Regimiento de los Decididos, cuerpo de jóvenes salteños, diestros y arrogantes jinetes como dice en el general José maría paz, en sus memorias póstumas. En sus filas se batió con denuedo en las batallas de Las Piedras, Tucumán y Salta a las órdenes de Manuel Belgrano. En la Batalla de Salta en medio del fragor de la lucha recibió un balazo en una pierna y fue derribado de su corcel, por lo que debió ser milagrosamente rescatado. Cuando Martín Güemes asumió como gobernador pronto Galo Leguizamón se enfrentó al joven mandatario salteño por sus requisiciones al comercio y se transformó en un férreo opositor. Tanto es así que llamado a comparecer ante el gobernador, Güemes le preguntó si eran exactas las afirmaciones que vertía en su contra públicamente, como Leguizamón le contestó que sí, el héroe gaucho lo envió a la Quebrada de Humahuaca con la consigna de que fuese personalmente y compruebe si había o no enemigos de la causa de la libertad. Persuadido de lo que significaban las avanzadas realistas, se convirtió en ferviente güemista hasta la muerte del caudillo.
El 16 de agosto de 1820, durante la cuarta Invasión realista comandada por Canterac y Martínez Orozco fue ascendido a teniente graduado y entonces Leguizamón le obsequió a Güemes una lanza que le había arrebatado a una partida realista en una pequeña refriega, donde también sui vida estuvo en riesgo. Muerto Güemes, el gobernador José Ignacio Gorriti lo ascendió a capitán y en los años siguientes fue regidor y fiel ejecutor del Cabildo de salta. En 1822 contrajo matrimonio con Bernarda Castellanos y siendo elegido diputado por la Representación provincial (antecedente de la Cámara de Diputados de la Provincia según la constitución de 1821) enviudó y se casó en 1832 con doña Mercedes de Goycoechea y Grimau, que fue la madre del célebre educador Juan Martín Leguizamón. Fue jefe del Batallón de Cívicos de Salta y al enviudar por segunda vez, contrajo matrimonio con Carlota de Cobo Ugarteche y Pradas. En 1844 al ser electo nuevamente diputado ante la Sala de Representantes, presentó su renuncia por ser contrario a las ideas de Juan Manuel de Rosas, cuyo dominio político era monolítico en ese tiempo: Participó en salta de los movimientos revolucionarios de 1853, a raíz de lo cual el gobierno de la Confederación Argentina le otorgó el grado de coronel y a continuación integró otra vez la Representación provincial. En 1867 su negocio fue saqueado por las turbas invasoras de Felipe Varela. Ya enfermo, se radicó en Tucumán y falleció el 29 de noviembre de 1868 en la casa de su amigo Anselmo Rojo, quien fue dos veces gobernador e Salta y una de la provincia de Tucumán. Su deceso se produjo el 29 de noviembre de 1868. Del tercer matrimonio de don Juan Galo nació Delfín Leguizamón quien fue gobernador de la provincia y diputado nacional por salta. Y de quien desciende el célebre músico y abogado salteño Gustavo “Cuchi” Leguizamón[1].
Ahora bien, mediante el Decreto N° 1.739/1979 la casona construida en 1808 por orden de don Juan Galo en la esquina de las actuales Caseros y Balcarce - antaño calles del Comercio y de la Angustia - fue declarada Monumento Histórico Nacional y posteriormente íntegramente restaurada. Representa un estilo arquitectónico de transición del colonial originario hacia formas más atenuadas y tuvo la particularidad de conservar la totalidad de sus muebles, que lamentablemente parte de ellos fueron distribuidos luego de una larga testamentaría. Es una de las pocas viviendas antiguas de la ciudad de Salta que, al igual que la Casa Museo Pajarito Velarde, el Museo Casa de Hernández, o la Casa de la Huerta Grande conserva la esquina de doble puerta con el poste de quebracho que la sdivide hacia sendas calles. El motivo de esas puertas se debe a que los carruajes en La época estival se deslizaban hacia las viviendas, que eran en su mayoría de adobe, se iban carcomiendo las paredes. Por eso es que en muchísimas esquinas de la Salta de antes las esquinas tenían la doble puerta con poste de quebracho. No faltó quien dijera que desde los balcones de esa casa se disparó el fusil que hirió mortalmente al general Güemes la noche del 7 de junio de 1821. Otros dijeron que ese tiro provino de la casa vecina, es decir la de Moldes. Nada de ello quedó finalmente comprobado, pero esa ya es otra historia.
[1] Todos los datos consignados pertenecen a Vicente Osvaldo Cútolo, en Nuevo Diccionario Biográfico Argentino, Elche, Buenos Aires, 1975, Tomo IV, pag.160.