Breve historia de Tarija
26/11/2025. Análisis y Reflexiones > Análisis y Reflexiones
San Bernardo o Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija es una ciudad muy próxima en los afectos, los recuerdos y la historia a la provincia de Salta, acaso porque en un tiempo histórico no tan remoto formó parte de ella.
Fundada el 4 de julio de 1574 por el capitán andaluz, natural de Sevilla, Don Luis de Fuentes y Vargas, por órdenes de Francisco Álvarez de Toledo, virrey del Perú. En el siglo XVII se convirtió en una región evangelizadora y viñedera. Al ser formado el Virreinato del Río de la Plata, en 1776, todo el Alto Perú fue integrado. En particular Tarija y el departamento de Chichas, dependieron administrativamente de la Intendencia de Salta del Tucumán, con capital en Salta y que incluía el Noroeste argentino, Tarija y Lípez, y la Puna de Atacama. En 1807, Tarija se integró al Obispado de Salta. El 25 de julio de 1810 el Cabildo de Tarija apoyó a la revolución de Buenos Aires y el 18 de agosto envió como diputado a la Junta Grande celebrada en Buenos Aires, al abogado tarijeño José Julián Pérez de Echalar, para integrarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El patrono de la ciudad es San Roque, lo cual no deja de ser una curiosidad, debido a que durante la colonia, en fecha imprecisa, una epidemia asoló en la ciudad de Tarija. Para calmar la angustia de este flagelo implacable, los pobladores de la región invocaron el auxilio de San Roque. La epidemia cesó y entonces población agradecida por el milagro atribuido al santo motivó que se todos los años se lo conmemore durante el mes de septiembre como médico de los pobres. San Roque nació en Montepellier, Francia, el 16 de Agosto de 1295. Este suceso es lo que motivó la llamada Fiesta Grande Tarija.
Ahora bien, Bolivia se fundó como república autónoma el 6 de agosto de 1825, y junto con ella, Tarija que hasta entonces había pertenecido a la gobernación de Salta y fue de las primeras ciudades en adherir a la proclamación de Martín Miguel de Güemes como gobernador, así como envió diputado a la Declaración de la Independencia Argentina, comenzó a dar un giro y a postular su incorporación a la nueva nación, bajo el liderazgo de José Andrés de Sucre. Hacia 1835, es decir diez años más tarde - explica la Lic. Ana María Musicó Aschiero[1] - las diferencias entre Juan Manuel Rosas y el mariscal Andrés de Santa Cruz, entre unitarios y federales y la relación chileno-boliviana se fueron profundizando hasta dar lugar al hecho de armas que enfrentó a las Confederaciones Argentina con la Perú-Boliviana en 1837, a pesar de las gestiones inglesas y francesas para evitarlo. Las operaciones se iniciaron a fines de agosto de ese año con un ataque de las tropas bolivianas sobre las localidades de La Quiaca, Cochinoa, Iruya y Santa Victoria. Se sucedieron varios enfrentamientos (entre ellos el bloqueo francés al Puerto de Buenos Aires) con diversos resultados y la guerra finalizó cuando se produjo la victoria de los chilenos sobre las tropas de Santa Cruz en Yungay el 20 de enero de 1839. En Yungay perdió la vida Agustín Gamarra quien combatió primero a favor de los españoles, luego desertó y trabó amistad con Güemes y luego llegó a ser presidente del Perú independiente.
El resultado de esta batalla, sumado a diversos levantamientos militares peruanos y bolivianos, provocó el fin de la Confederación Perú-Boliviana y la caída vertiginosa de Santa Cruz. En marzo de 1839 Bolivia devolvió a la Argentina los territorios puneños de Jujuy, Iruya y otras poblaciones ocupadas. Es preciso aclarar que esta guerra tuvo una particularidad. Por un lado la Confederación Peruano Bolviana se enfrentó a las tropas de la Confederación Argentina comandada por los hermanos Alejandro y Felipe Heredia; pero por otro también combatió contra el Ejército Unido Restaurador, compuesto por el ejército chileno más peruanos disidentes que se oponían tenazmente a Santa Cruz. Se dio la paradoja que la Confederación Argentina fue derrotada, mientras que el Ejército único venció a las fuerzas peruano - bolivianas.
En efecto, El 5 de junio Manuel Virto al frente de 1.500 hombres partió de la localidad de San Andrés (situada a 60 Km. al noreste de Humahuaca) rumbo al Abra de Zenta. El 11 atacó la fuerte posición enemiga de Iruya, pero tras varios intentos no logró tomarla y debió retirarse. Ante el fracaso de su ofensiva, el 22 de agosto de 1838 Heredia ordenó la retirada hacia Jujuy y luego a Tucumán, disponiendo la fragmentación del ejército y el regreso de las tropas a sus provincias de origen. A partir de entonces el ejército argentino mantuvo únicamente una postura defensiva, aunque el estado de guerra continuó hasta la victoria del ejército chileno-peruano en la Batalla de Yungay. En Tucumán el prestigio de Heredia se vio debilitado. Este general y humanista había creído con cierto lirismo en la posibilidad de fusionar en su provincia a los partidos federal y unitario, pero fracasó en su aspiración. Una conjuración unitaria de la que participaba Marco Avellaneda, protegido del gobernador y presidente de la sala legislativa tucumana, posibilitó que el 12 de noviembre de 1838 Alejo Córdoba Comandante del Regimiento Nº 9 se sublevara en contra del gobernador.
Tal como se lo vaticinara Rosas, Heredia pagó con su vida su gran anhelo político. Ese mismo día fue asesinado en el camino de Lules por orden o instigación de Marco Avellaneda. Al poco tiempo cayeron los gobernadores federales de Salta (Felipe Heredia) y de Jujuy (Pablo Alemán). Pese a la retirada y disolución del ejército argentino y al asesinato de Heredia, el general Braun y sus tropas quedaron en situación de vigilancia en la frontera, lo que disminuyó significativamente las fuerzas militares de la Confederación Perú-Boliviana que en esos momentos debió enfrentar además, - como antes se dijo - la nueva campaña que el gobierno chileno y los exiliados peruanos preparaban sobre el norte del Perú, tras el desconocimiento del Tratado de Paucarpata. A pesar de la poca efectividad de las fuerzas comandadas por Heredia, entre las que se encontraba el caudillo cordobés Juan Bautista Bustos, esta guerra finalizó desfavorablemente para los bolivianos al producirse la contundente victoria de los chilenos sobre las tropas de Santa Cruz en Yungay el 20 de enero de 1839.
El resultado de esta batalla, unido a diversos levantamientos militares peruanos y bolivianos, provocó el fin de la Confederación Perú-Boliviana y la caída vertiginosa de Santa Cruz. 5 Bolivia entró en un período de gran confusión política y el 14 de febrero su nuevo presidente, el General José Miguel de Velasco, comunicó por nota al gobernador de Jujuy la terminación de la guerra. Mediante un decreto del 26 de abril, Rosas también dio por terminadas las hostilidades. En marzo de 1839 Bolivia devolvió a la Argentina los territorios puneños de Jujuy, Iruya y otras poblaciones ocupadas. En 1842 el General Manuel Oribe, vencedor de Lavalle en Famaillá, aprovechando que aún persistía la conflictiva situación boliviana, propuso a Rosas la anexión de Tarija a la Confederación Argentina, tarea que consideraba fácil para su ejército. Rosas se opuso, manifestando que no era digno de los argentinos reincorporar Tarija por la fuerza y permitió que la cuestión fuera decidida por los propios tarijeños los que resolvieron mantenerse del lado boliviano. Las relaciones diplomáticas entre ambos países recién se reanudaron en 1850. El 10 de mayo de 1889, los cancilleres Norberto Quirno Costa por la Argentina y Santiago Vaca Guzmán, por Bolivia suscribieron el Tratado de Límites por el cual se somete al laudo arbitral de una potencia amiga cualquier cuestión que se suscitase al respecto. Sin embargo, la cuestión quedó definitivamente zanjada recién con la firma del Tratado definitivo de límites Diez de Medina-Ramón Carrillo" del 9 de julio de 1925. Pero esa ya es otra historia.
[1] Guerra de la Confederación Argentina con la Confederación Perú - Boliviana 1835 -1839