Miguel Medina: "El crimen de 'Oreja' Martínez fue el punto de partida para escribir este libro"
25/05/2025. Noticias sobre Justicia > Noticias de Salta
El abogado penalista y profesor universitario Miguel Medina presentó su nuevo libro, Retrato del Killer, una investigación que indaga en la figura del sicario moderno y su evolución en el crimen organizado.
El abogado penalista y profesor universitario Miguel Medina presentó su nuevo libro, Retrato del Killer, una investigación que indaga en la figura del sicario moderno y su evolución en el crimen organizado. En diálogo con El Tribuno, analiza casos emblemáticos, reflexiona sobre el deterioro del sistema judicial en el norte del país y advierte sobre la urgencia de fortalecer el rol de los defensores públicos. "El killer no falla: cobra y mata", resume Medina con crudeza.
Usted es un reconocido abogado penalista y también docente universitario. Hoy lo tenemos para hablar de otra faceta: la de escritor. Cuéntenos de qué trata su nuevo libro "Retrato del Killer".
-Es una investigación relativamente breve que busca arrojar luz sobre un personaje que suele permanecer en las sombras: el llamado "sicario", o "killer", como se lo conoce en Estados Unidos, una denominación que considero más apropiada. Es un perfil que rara vez se analiza en profundidad, incluso en los tratados de derecho penal. Generalmente se lo menciona de forma muy superficial. Para abordarlo con mayor seriedad, hay que recurrir a la doctrina extranjera clásica y a la criminología, que es, sin duda, la parte más apasionante del tema.
Usted menciona en el libro el artículo 80, inciso 3 del Código Penal. ¿Por qué decidió centrarse en esa figura jurídica?
Ese inciso contempla uno de los homicidios agravados: el homicidio cometido por precio o promesa remuneratoria. La ley considera que es más grave matar por dinero que por otros motivos y, por eso, establece la pena máxima: prisión o reclusión perpetua. La razón es clara: una persona que está dispuesta a matar por dinero, sin conocer ni tener vínculo con la víctima, representa un peligro mayor. Solo necesita datos básicos para identificar al blanco, hace un breve trabajo de inteligencia y ejecuta el crimen con precisión.
¿Qué lo motivó a escribir este libro y a focalizarse en esta figura criminal?
Todo nació a partir del caso de César Martínez, apodado "El Oreja", en Orán. Tenía antecedentes penales y era hermano del entonces intendente de Aguas Blancas, Carlos Martínez, quien fue luego destituido. En diciembre de 2023, César estaba con detención domiciliaria. Una tarde, mientras regaba las plantas en la casa de su hermana, apareció un auto negro con vidrios polarizados, seguido por dos motos con cuatro personas. Le dispararon 17 veces, 12 de esos disparos lo alcanzaron. Fue un ataque perfectamente ejecutado. Lo trasladaron al hospital San Vicente de Paul, pero llegó sin vida.
¿Ese fue el caso central del libro?
Fue el punto de partida. La cobertura de ese crimen, especialmente por una periodista de policiales de Clarín, Virginia Messi, fue excelente. Ella viajó al lugar, describió con precisión la zona de frontera y el contexto. Esa crónica me inspiró a recopilar material y me di cuenta de que tenía mucho ya trabajado, solo había que organizarlo. Pero el libro no trata exclusivamente de ese caso.
¿Qué otros crímenes aborda en el libro?
Junto a ese, analizo otros casos similares, algunos recientes, incluso de principios de este año. Uno particularmente impactante ocurrió en Recoleta: un hombre que volvía de un drugstore fue asesinado por la espalda. Las cámaras de seguridad muestran cómo el agresor lo esperaba oculto en un auto. Lo siguió, le disparó dos veces y, antes de huir, le robó una riñonera. Se subió a otro vehículo sin patente y desapareció. Aún no fue identificado.
¿Qué patrones comunes encontró en estos crímenes? ¿Qué papel juega el narcotráfico?
El narcotráfico está presente en algunos casos, pero no en todos. Por ejemplo, analizo también el asesinato de un comerciante retirado que tenía un pequeño local en Flores. Le dispararon mientras subía la persiana metálica. No había conflictos conocidos, ni vínculos con el delito. Es un claro caso de ejecución por encargo. El killer solo necesita saber a quién, cuándo y dónde. El resto lo organiza solo. Y rara vez falla.
"No hay nadie preso por el crimen de 'Oreja' Martínez, y participaron al menos seis personas",
¿Varía la modalidad del crimen según el caso? ¿Cuál es la forma más común de matar?
Hoy el killer moderno opera con armas de fuego, preferentemente de puño, automáticas, que maneja con gran destreza. Sabe que tiene una sola oportunidad y no puede errar. En la antigüedad, el sicario —palabra que proviene del latín sica, que significa puñal— era un asesino que usaba armas blancas. Por ejemplo, Julio César fue asesinado a puñaladas por varios conspiradores. Con el tiempo, el método se fue sofisticando. Cuando el blanco está lejos, se requiere un arma larga, precisa, y eso implica más planificación. Pero lo habitual hoy es el ataque rápido, certero y sin dejar rastros.
Doctor, muchos de los crímenes que se mencionan en su libro siguen impunes. ¿Por qué ocurre esto? ¿Es por la pericia del killer para no dejar rastros?
Exactamente. Si se trata de un crimen aislado, sin repetición, es muy difícil identificar al autor, y mucho más detenerlo. Cuando finalmente se logra identificar a un killer, suele ser porque hay vínculos colaterales: familiares, clientes previos, actuales, conocidos. Pero lo normal es que no tengan esos vínculos. Viven aislados, no tienen familia ni amigos. Están en su mundo. Y eso hace muy difícil conectarlos con alguien o con algo.
¿El caso del "Oreja" Martínez sigue sin detenidos?
Sí. No hay nadie detenido. Y hablamos, como mínimo, de cinco personas involucradas. En el auto negro sin patente y con vidrios polarizados se cree que iban al menos dos, aunque no está claro. Las motos, que fueron vistas con más claridad, eran de alta cilindrada y llevaban dos personas cada una. Es decir, al menos seis implicados.
Cesar Daniel "Oreja" Martínez fue acribillado en Orán en 2023.
Además del homicidio, ¿el killer comete otros delitos como robo de autos o motos?
Si hace falta, sí. Pero normalmente no lo hacen porque eso genera huellas. Y ellos buscan no dejar ningún rastro. Hubo un caso, por ejemplo, el de Luigi Mangione, que al principio se pensó que era un killer, pero después se descubrió que no. Él cometió un homicidio en Manhattan el año pasado: asesinó al CEO de una importante prepaga de salud de EEUU. Lo estaba esperando, sabía la hora en que llegaba, por qué puerta del hotel iba a entrar...Él está detenido y se lo está juzgando. Lo interesante es cómo lo identificaron, eso lo cuento más en detalle en el libro. Mangione esperó a su víctima, le disparó cuando comenzaba a subir unas escaleras y luego se retiró. Enfunda el arma, cruza la calle y se va en una bicicleta de alquiler. Todo fue a plena luz del día, aunque era temprano, alrededor de las 7 de la mañana. Técnicamente no era un killer. No hubo encargo, ni cobró nada. Se presume que actuó por motivaciones personales contra esa empresa. Lo llamativo es que proviene de una familia adinerada, tenía títulos universitarios y de posgrado, era un estudiante ejemplar. Eso rompe con el prejuicio de que los crímenes solo los cometen personas marginadas. Cualquiera puede delinquir.
¿Hubo algún caso que lo haya horrorizado especialmente en su investigación?
Más que horror, lo que genera es una fuerte tensión. Porque uno se adentra en un mundo muy oscuro, con reglas distintas. Lo más impactante es constatar que la única motivación es el dinero. Siempre es por precio o promesa de pago. En cualquier moneda, pero siempre se trata de una transacción.
¿Es posible conocer cuánto cobra un killer?
Es muy difícil. Solo podríamos saberlo si accedemos a quien pagó, pero el ejecutor casi nunca colabora. Por eso el proceso de identificación es tan complejo, aunque no imposible. Es más probable si tiene una mínima vida social, pero generalmente son personas frías, implacables, sin vínculos ni afectos.
El título de su libro, Retrato del Killer, ¿por qué eligió la palabra "retrato"?
Porque es un intento de bosquejo, una imagen provisoria de un personaje esquivo. El libro tiene poco más de cien páginas, con mucha información, pero quien quiera ahondar más se va a encontrar con grandes dificultades, porque la literatura penal sobre este tema es escasa. Tuve que ir hasta obras del siglo XIX, como las del profesor Carraro, un penalista italiano excepcional, para rastrear los orígenes del crimen por encargo. El demuestra que esto comienza en la Edad Media, durante las cruzadas, surgió este fenómeno. Un rey del Líbano contrataba un grupo de élite para eliminar a quienes no quería que llegaran a Jerusalén. Esa estructura, esa lógica de "yo pago, vos matás", sigue vigente hasta hoy. Esto data del siglo XII.
¿En el libro también menciona casos actuales fuera de Argentina?
Sí, cito dos casos en Suecia del año pasado. Las víctimas eran raperos. En uno de los casos, el killer lo estaba esperando cuando iba a sacar su auto de la cochera. Tenía cámaras en su vestimenta y filmó todo: cómo llega la víctima, cómo le dispara, cómo ella intenta defenderse levantando las manos... y cómo finalmente la remata con un tiro en la cabeza. Todo lo subió a la red con un usuario anónimo.
El morbo también de subir videos...
—Sí, me parece que quiso documentar su trabajo. Además de venderse como alguien confiable, hay una cuota de vanidad. Subir un video así es de una perversión absoluta. Pero muestra que estos crímenes siguen ocurriendo, con una frialdad importante.
Doctor, su libro parte del caso del "Oreja" Martínez, pero quiero preguntarle por el fenómeno del sicariato y la situación que enfrenta el norte argentino, especialmente Orán. ¿Qué análisis hace al respecto?
La situación en Orán es muy grave, desde todo punto de vista. No podemos pensar que los problemas judiciales en esa ciudad se resolvieron solo porque un juez acusado renunció, otro fue destituido y está preso, y otro está por ser suspendido. Al contrario, si uno observa con atención lo que hacen ciertos funcionarios y magistrados que siguen en funciones, queda claro que la tarea recién comienza. Siempre dije que tanto la Corte de Justicia como el Ministerio Público deben ejercer un control más estricto. No alcanza con visitas protocolares al interior, ni con amables reuniones con los "muchachos del lugar". Eso no sirve para nada, es casi una burla. La Corte, la Procuración y la Defensa Pública tienen personal en esos lugares y deben estar encima de lo que ocurre.
"El sicario moderno no deja rastros, por eso casi nunca lo atrapan. El killer mata por dinero, no le importa a quién tiene que eliminar".
¿A qué se refiere con situaciones insostenibles en el interior?
Por ejemplo, lo que denunció el Comité contra la Tortura: más de veinte personas detenidas en espacios reducidos, sin colchones, sin agua, sin baños, como en Orán o Irigoyen. Eso es inadmisible, más aún en una zona con enfermedades endémicas. Esas condiciones son una puerta abierta a la propagación de todo tipo de problemas. La policía tiene sus limitaciones, muchas veces por falta de medios. Pero los jueces deben estar presionando para que eso no ocurra. Los fiscales tienen la obligación constitucional de velar por la cuestión carcelaria. No es una opción. Y la defensa pública también debe asumir su rol: no es un favor, es su deber.
¿Cómo evalúa el rol de los defensores públicos en este contexto?
La defensa pública en Argentina existe y la pagamos todos. En Estados Unidos, por ejemplo, no hay defensa pública; si no tenés cómo pagar un abogado, arreglate. Acá no. Por eso esperamos, como mínimo, que el defensor visite a su defendido, que haga bien su trabajo en las audiencias, y que no se limite a decir "me adhiero" a la acusación fiscal. Si van a hacer eso, prefiero defenderme solo.
¿La actuación del defensor puede ser decisiva en evitar condenas injustas?
Sí, es vital. Sobre todo en momentos donde hay testigos anónimos o investigaciones direccionadas. Se puede encarcelar a un inocente. Por eso digo: hay que controlar lo que hacen los defensores, sobre todo en el interior, donde no hay quien los supervise. Solo otros colegas saben realmente cómo actúan.
Muchos casos defendidos por la defensa pública terminan en condena. ¿Qué lectura hace de eso?
Habría que analizar los datos con cuidado. También los mejores abogados pierden casos. La idea de que un abogado nunca pierde es un mito. Esto no es una fábrica donde se producen resultados automáticos. Cada caso, cada juez, cada fiscal, cada escenario es distinto.
¿Cómo se podría defender a un killer en un juicio?
Primero, hay que estar dispuesto. El ejercicio de la abogacía es liberal, uno elige a quién defender. Conocí colegas que nunca aceptaron defender delitos sexuales o narcotraficantes, aunque les ofrecieran mucho dinero. Si uno acepta, debe hacerlo en serio, sin vueltas, sin fingir. El abogado debe usar sus conocimientos para lograr la mejor solución jurídica para su cliente, sin importar si es culpable o inocente. Eso no corresponde. El cliente no está para contar la verdad al abogado como si fuera un fiscal. Para eso está la figura del arrepentido. El abogado no debe pedir confesiones; su tarea es defender, no juzgar. Además, nadie está obligado a declarar en su contra y nunca debe ser interrogado sin su defensor presente.
Fuente de la Información: El Tribuno