La asfixia de la palabra: radiografía de una libertad de expresión en emergencia
30/04/2025. Noticias sobre Justicia > Noticias de Argentina
La antesala del Día del Trabajador este jueves 1 y del Día Mundial de la Libertad de Prensa (3 de mayo) encuentra al periodismo argentino sumido en un escenario cada vez más hostil.
La palabra, lejos de ser un derecho garantizado, se transforma en un campo minado donde cada sílaba puede ser motivo de escarnio, censura o violencia. FOPEA revela el estado de situación más preocupante desde que se tiene registro: el informe 2024 del Monitoreo de FOPEA marca un claro asedio a la prensa: crecieron 53% los ataques al periodismo en relación al año anterior, liderados por el poder político y Milei, con fuerte impacto digital.
Durante el primer año del gobierno de Javier Milei, la violencia contra periodistas creció a niveles alarmantes. Solo en 2024 se registraron 117 ataques a la libertad de expresión. En lo que va de 2025, esa cifra ya trepó a 54 incidentes. Lo que agrava esta situación no es solo la cantidad, sino el origen de los ataques: en el 40% de los casos, la agresión provino directamente del presidente Milei o de sus ministros.
El informe anual de FOPEA, construido con base federal y una red de periodistas en todo el país, expone un fenómeno cada vez más sistemático: el hostigamiento a la prensa no es consecuencia de excesos aislados o de reacciones espontáneas, sino parte de una estrategia política que desde lo más alto del poder busca desacreditar, disciplinar y deslegitimar al periodismo profesional.
La violencia institucional se acentúa al sumar los ataques perpetrados por fuerzas de seguridad y miembros de poderes judiciales (14,5% del total). Fernando Stanich, de la Comisión del Monitoreo, precisó además que la violencia de tipo estatal o paraestatal (incluyendo youtubers y trolls) estuvo presente en el 80% de los 179 casos relevados en 2024. Esta proporción representa un fuerte aumento, ya que en 2023 este tipo de violencia se registró en la mitad de los casos de ese año. Stanich también destacó que el 44% de los agresores utilizó violencia digital, potenciando su efecto. El 2024 se posiciona como el segundo año con más casos desde el inicio del Monitoreo en 2008.
El discurso estigmatizante se ha transformado en el arma más frecuente. En 2023, casi la mitad de los 179 casos relevados correspondieron a esta forma de agresión. Las expresiones “ensobrados”, “basuras”, “sicarios con micrófono” y “corruptos”, “asnos”, e “hijos de puta” se repiten en cadenas oficiales, conferencias, redes sociales y entrevistas radiales. Pero no se trata solo de palabras: detrás de cada insulto hay una intención de socavar el valor del periodismo como herramienta de control democrático y de fomentar un clima en el cual la prensa se presenta como enemiga del pueblo.
FOPEA incluso ha sido blanco de múltiples hostigamientos por su tarea de monitoreo y denuncia. Incluso se vio obligada a acudir a la Justicia para explicar que la palabra presidencial no es un juego de redes: el poder simbólico de la figura institucional más alta del país tiene un peso y una responsabilidad que no puede ser relativizada.
A esta embestida discursiva se suman mecanismos más silenciosos, pero igualmente efectivos: la censura indirecta, la amenaza de perder la pauta oficial y la precarización de las condiciones de trabajo.
“La gente no odia suficiente a los periodistas”
Detrás de un micrófono, una cámara o una pantalla, cada trabajador de prensa enfrenta en este tiempo la estigmatización pública como forma de disciplinamiento social en manos y en boca del máximo referente del Gobierno Nacional. La palabra, ese acto de fe cotidiano con el que buscamos la verdad, es hoy más que nunca un campo de batalla.
El ejemplo más cabal de este permanente atropello y denoste es posible encontrar en la red social de X del presidente Javier Milei, cuando este miércoles frente al informe de FOPEA expresó: “Dado todo los que lloran cada vez que les contesto a la montaña gigante de mentiras, calumnias e injurias que a diario suelen decir (lo hacen 7×24) yo les pregunto:
¿No se les ocurrió dejar de mentir y empezar por decir la verdad? Y si cometen un error ¿qué les parece pedir perdón? (…) El nivel de soberbia y ego desaforado los hace pensar que están sobre una torre de marfil que ya no existe y que las redes sociales les muestran todo el tiempo los seres despreciables en que se han convertido.
Si no empiezan a pedir perdón, cada día valdrá más la frase: “la gente no odia lo suficiente a los periodistas”.
La pregunta que atraviesa todo el informe es si el periodismo puede ser aún una herramienta de despolarización. FOPEA sostiene que sí, pero advierte que esto requiere condiciones: un Estado que garantice derechos, una ciudadanía que valore el periodismo responsable, medios que asuman su rol con coraje y profesionales que no claudiquen ante la presión ni se resignen a la irrelevancia. En palabras de Fernando Stanich, miembro de la Comisión de Monitoreo de FOPEA, la asfixia al periodismo “no es una exageración”. Si hay tantos esfuerzos por instalar mentiras o silenciar verdades, es porque aún hay un periodismo que incomoda y que al mismo tiempo es menester que sea protegido, reconocido y respaldado socialmente.
Fuente de la Información: Nuevo Diario