“Volvemos a estar en riesgo con la liberación de Kalinec”
28/12/2025. Noticias sobre Justicia > Noticias de Argentina
“Nunca se arrepintió, ni dio información sobre el destino de los desaparecidos ni de los chicos apropiados”, señala Dafne Casoy. El genocida se instaló en una vivienda que está a unas 30 cuadras del Olimpo.
Eduardo Emilio Kalinec recuperó la libertad el 22 de diciembre. Pasó la Navidad en su casa. Se instaló en una vivienda que está a unas 30 cuadras del Olimpo, uno de los campos de concentración en los que actuó y que actualmente es un sitio de memoria. Con su liberación apareció un fantasma entre quienes sufrieron su accionar: cruzarlo en la calle.
Las menciones a Kalinec o “Doctor K” datan de los primeros meses de la democracia. Recién en 2005 fue detenido por orden del juez Daniel Rafecas por su actuación en los centros clandestinos conocidos como Atlético, Banco y Olimpo (ABO). Cinco años más tarde, el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 lo condenó a prisión perpetua al dar por acreditado que había actuado en toda la cadena represiva.
Los testimonios de los sobrevivientes lo ubicaban en secuestros, tormentos, vigilancia de prisioneros y en la antesala de los vuelos de la muerte, cuando les decía a sus víctimas que debían vacunarse porque iban a ser trasladadas a unas granjas en la provincia del Chaco.
Recién en 2023, la Policía Federal Argentina (PFA) le dio la baja. Hasta esta semana, Kalinec estuvo alojado en la Unidad 19 de Ezeiza. Gracias a la Cámara de Casación, gozaba de salidas transitorias. Estuvo más de 60 veces afuera del penal.
Kalinec nunca se arrepintió de sus crímenes. Lo dice el Equipo Interdisciplinario de Ejecución Penal, cuyo informe fue desestimado por la Sala IV de la Cámara Federal de Casación Penal. También lo afirma una de sus cuatro hijas, Analía, a quien el represor buscó declarar “indigna” por repudiar sus delitos.
De hecho, Kalinec busca, de alguna manera, tomar venganza. Desde 2021 se presentó como querellante en la causa por la bomba en la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF) de julio de 1976. En ese expediente intentan presentarlo como una víctima y convertir en victimarios a los militantes —sobrevivientes— de los ’70. Kalinec ahora recurre a la vía judicial para perseguir a quienes antes perseguía con las armas.
“Nunca se arrepintió, ni dio información sobre el destino de los desaparecidos ni de los chicos apropiados. No tenemos las imágenes de lo que hizo, sólo los testimonios de sobrevivientes sobre su sadismo en las torturas. Si tuviéramos las imágenes, tanto de él como de otros represores, estoy segura de que la mayoría de la sociedad se sumaría al reclamo: nadie querría tenerlos como vecinos. A mí ya me tocó: de chica tuve que convivir en el mismo edificio con (Orlando Ramón) Agosti cuando todavía tenía impunidad”, cuenta Dafne Casoy.
Dafne tenía diez meses cuando los represores que actuaban en el Atlético llegaron a la quinta de Moreno donde estaba con sus padres, Eva Ullman y Claudio Casoy. A ellos se los llevaron. Los captores dejaron al casero atado y pusieron a la chiquita sobre su falda. Ella es una de las integrantes del colectivo de hijes que reclaman que el Poder Judicial los reconozca como víctimas del accionar represivo de la dictadura.
Para Dafne, no puede entenderse la liberación de Kalinec si no se la inscribe dentro de una “movida más grande”, en la que el gobierno de Javier Milei va sentando las bases para la impunidad: la eliminación de los equipos que relevaban documentación sobre las Fuerzas Armadas, la obstaculización de la búsqueda de los bebés robados, el desmantelamiento de la Secretaría de Derechos Humanos y la impugnación del número de desaparecidos. Para ella, hay jueces que buscan congraciarse con las autoridades de turno.
“El Poder Judicial nos viene fallando en muchos sentidos a todos nosotros como sociedad, pero se está ensañando particularmente con quienes sobrevivimos al genocidio”, opina Iván Troitero, que estuvo ante los jueces del TOF 2 para pedirles que no liberaran a Kalinec.
Iván es hijo de Alfredo Amílcar Troitero y Martha Tilger. El 12 de octubre de 1978, una patota llegó al departamento de Villa Lugano donde vivía la familia. Los padres no estaban. Iván, que tenía quince años, fue torturado para que diera información sobre Alfredo y Martha. Sus hermanos menores, Fabián (13), Andrea (10) y Adolfo (ocho), también fueron sometidos a distintos tipos de tormentos hasta que la pareja llegó a la casa. Allí los secuestraron y los llevaron al Olimpo.
“Nos afecta emocionalmente pensar que nos lo podemos cruzar por la calle. Nos afecta pensar que podemos cruzarnos con un genocida que no tuvo la menor sensibilidad con los detenidos, incluso con los niños. La consigna de cárcel común, perpetua y efectiva va a dejar de ser algo meramente enunciativo en la medida en que tengamos un Poder Judicial que se haga cargo de que son crímenes aberrantes”, insiste.
“Su presencia en las calles me violenta. Sé que estuvo relacionado con la desaparición de mi mamá”, dice Pía Ríos. Ella es hija de Juana Armelin y José Ignacio Ríos, secuestrados en 1978 y llevados al Banco. Pía y su hermano Camilo estaban con su mamá cuando fue privada ilegalmente de su libertad. A ellos, después de un largo derrotero, los llevaron al instituto Riglos, donde pudo recuperarlos su tío materno.
“La liberación de Kalinec demuestra que el sistema judicial no funciona. Volvemos a estar en riesgo nosotros. La revictimización es permanente”, resalta Pía.
“A lo largo de los años, cada vez que Kalinec hacía un pedido, nosotros participábamos en el marco de la ley de víctimas. Los jueces no tienen registro de que cada vez que testimoniamos ingresamos en el mundo del niño que vivió tormentos. Lo que hacemos es ponerle voz a esos niños”, dice Fernando Pérez.
El 10 de octubre de 1977, un grupo de tareas llegó a la casa en la que Fernando vivía con su familia en La Matanza. Los represores buscaban a su padre, Ramerio Pérez, y a su hermano mayor, Eduardo Pérez. Julio Simón, conocido como el “Turco Julián”, agarró a Fernando, de tan solo ocho años, de los pelos y le puso una ametralladora en la cabeza. Después se llevaron a Ramerio y a Eduardo al Atlético.
“Me preocupan mis hijos. Ojalá podamos seguir reclamando justicia permanentemente. Es un mensaje tremendamente contradictorio. Los fallos hablan de delitos de lesa humanidad: han atentado contra la humanidad. Son un peligro para la humanidad. Pensar que Kalinec esté en la calle y disfrutando de la vida en libertad es tremendo”, sostiene.
Fuente de la Información: Página 12