El fin de la impunidad
24/10/2014. Noticias sobre Justicia > Noticias de Salta
El sitio el Acople Informativo emite su opinión a partir de la detención de Ricardo Lona, dando lugar a la reactivación de una justicia que parecía que nunca iba a llegar.
Pareciera que para quienes lo vieron llevar a pulso el féretro de su íntimo amigo, el fallecido juez de la Corte Suprema de Justicia, Enrique Petracchi, la imagen surrealista fue lo suficientemente contundente, para que se activaran todos los mecanismos de una justicia que parecía que jamás le llegaría.
Lona no solamente está involucrado en la masacre de Palomitas, y en la desaparición del exgobernador Miguel Ragone, sino en otras más de sesenta causas donde desaparecieron o fueron aniquiladas diferentes personas que por pensar diferente se habían convertido en objetivos militares del terrorismo de Estado que asoló al país durante los ´70.
Pero, como siempre supo escudarse en una supuesta persecución ideológica por su complicidad con esos crímenes, la historia quedaría saldada con su procesamiento en esos hechos aberrantes.
Sin embargo no es así, cometió varios delitos más.
Ejerciendo el poder en forma brutal y desmedida, lejos de parecerse a la figura de un juez mesurado y prudente, Ricardo Lona nunca trepidó en medios para manejarse a su antojo, perseguir a quienes consideraba sus enemigos, servirse de métodos inconfesables y garantizar la comisión de delitos gravísimos. Ello, lo llevó a alzarse con la millonaria sucesión Pereyra Rozas, por ejemplo, sin ser ni siquiera interrogado pese a la incompatibilidad con sus funciones judiciales y ser autor de una millonaria evasión fiscal.
Si se consumaba la expropiación de las tierras de El Huaico, era a él a quien debía pagársele.
Tampoco investigó e incluso devolvió todos los efectos secuestrados del avión cargado con más de doscientos kilogramos de cocaína pura, de propiedad del Cartel de Medellín que cayó en la cordillera, en octubre de 1987.
Sí le devolvió a Pedro Marcilese todos los objetos que se le descubrieran en el contrabando de electrónica más importante que se haya registrado hasta la fecha en Salta.
Dejó abiertas por dieciocho años, causas por corrupción como el millonario desfalco al Fondo Especial del Tabaco o la exCompañía Argentina de Teléfonos, lo que en su momento le significaron dos escandalosos pedidos de juicios políticos que sus amigos del poder militar cerraron rápidamente.
Tampoco escatimó al entregar a un menor robado en una clínica, a un matrimonio francés y sin darle intervención a la justicia provincial; o al disponer de bienes del Estado como si fuesen propios. Se sabe que compartió sesiones de tortura con el exdelegado de la Policía Federal Ernesto Federico Livy, mientras sonaban los acordes del vals el Danubio Azul, para tapar los gritos desgarradores de los torturados.
Permitió, sin excepción, que en todas las causas en las que estaban involucrados miembros de las fuerzas de seguridad con el narcotráfico, fuesen trasladados o retirados de la fuerza sin procesarlos penalmente, y recibía periódicamente listas de personas que él consideraba sospechosas, que eran visitados por la entonces Dirección General Impositiva si no accedían a sus pedidos.
Cuentan que una vez que le cortaron el teléfono en su domicilio, mando a “esperar” durante siete horas en la antesala de su despacho a un gerente de la telefónica, quien recuperó su libertad cuando le devolvieron el tono a su línea. Se podrían repetir y contar mil episodios más, y el asombro no alcanzaría para entender cómo alguien que fue juez federal de Salta pudo ejercer su función de ese modo, sin ser siquiera rozado por la mano de la justicia por tanto tiempo. Un día se acabó la impunidad.
Fuente: El Acople