Inquieto, custodiado y apuntado por los Párraga: cómo vivió Gaspar Cinco el inicio del juicio
21/04/2018. Noticias sobre Justicia > Noticias de Salta
La tensión y las emociones marcaron la crónica del primer día de audiencias por las muertes de Alejandra y Amir.
Había tensión, incertidumbre y ansiedad. El movimiento en los pasillos de la Ciudad Judicial era cada vez más constante desde la puerta de ingreso hacia la Sala de Grandes Juicios.
A las 8.30 llegaron los abogados querellantes, Sebastián Schdmit y Rafael Benegas; también, Luis María Agüero Molina, a cargo de la defensa del imputado. Casi simultáneamente lo hacía la familia Párraga. Alejandro, Mercedes y Mariana, habían estacionado su auto al frente del edificio y llegaron a pie. Pero no pasaban desapercibidos: cada uno tenía una remera blanca con una foto en blanco que recordaba a la joven mamá y a su hijo, y atrás una leyenda que decía “Alejandra y Amir los amo”. Los papás y abuelos de las víctimas las sujetaban en sus manos mientras una de sus hijas la llevaba puesta. Así entraron a Ciudad Judicial.
Pasaron 10 meses para reencontrarse con Franco Rodrigo Gaspar Cinco, acusado de envenenar con cianuro a Alejandra y su hijo Amir. La ansiedad los llevaba a mirar sus relojes o celulares para saber qué hora era, cuándo ingresarían a la Sala.
Miradas, reclamos y emoción
Poco después de las 9.30, Gaspar Cinco fue ingresado a la sala luciendo un atuendo formal: camisa celeste, suéter y pantalón de vestir azúl oscuros y zapato negro. Paradójicamente, la misma ropa que vestía en el velorio de las víctimas cuando fue detenido.
La Sala estaba por demás custodiada. Cuatro efectivos del grupo especializado G.e.o.p.s. no se despegaron ni un minuto del acusado. Por momentos mantenían distancias incómodas, separados por 20 o 30 centímetros. En todos los horizontes, un guardia entorpecía la vista del acusado. Quien estuvo a su izquierda controló cada movimiento. Hasta por momentos con solo mover unos dedos le hacía entender que se quedara quieto y que permaneciera en silencio. El guardia parecía un león hambriento que había encontrado comida, pero que no podía degustarla. Solo podía mirar.
Después de una extensa lectura de requisitoria de juicio inició el debate, y el acusado prefirió no prestar declaración. Entonces fue Alejandro Párraga quién abrió las testimoniales con duros relatos en los que le reprochó a Gaspar Cinco lo que pasó con su hija y nieto. Siempre dijo que el acusado le pareció un tipo raro al que no llegó a conocer porque tan solo habían pasado dos semanas desde el primer encuentro, el 21 de mayo cuando Alejandra cumplió 26 años, hasta el 5 de junio cuando fueron envenenados con cianuro.
Su testimonio se escuchaba ante la atenta mirada del juez Ángel Longarte, el fiscal Ramiro Ramos Ossorio, la querella y la defensa del acusado. También de familiares y periodistas ubicados a lo largo de la sala.
Pasaban los minutos y Gapar Cinco se permitía relajarse. Hacía anotaciones con la lapicera negra de su abogado, después con un resaltador de color fucsia. De a poco se animó a mirar a Alejandro que intercambió miradas y cuando el testigo se percató de esto se las respondía acompañándolas con preguntas fuertes como “¿por qué? ¿por qué hiciste lo que hiciste?”. El testimonio de Párraga fue emocionante y en un momento quebró a Gaspar Cinco que pareció emocionarse. El guardia que estaba a su izquierda se agachó y le habló al oído, quizás preguntándole si necesitaba un pañuelo o un vaso de agua. Igual, nada de eso recibió. Esta imagen contrastó con la que mostró poco antes cuando el acusado movió su cabeza de izquierda a derecha y viceversa como contradiciendo lo que decía el hombre.
Párraga terminó de declarar y esperó en el pasillo principal a su esposa, Mercedes Martínez, a quien le dio el rosario rojo que apretó muchas veces y que puso sobre la mesa cuando declaró. La mujer fue más insistente que su marido y cuando le tocó declarar se animó a hablarle al acusado. “No tengo miedo de mirarte y preguntarte por qué lo hiciste”, dijo en un momento. Al igual que su marido, su momento de declarar terminó con un pedido de justicia y la voz quebrada, que contenía lágrimas de dolor.
La familia dijo que se preparó psicológicamente y buscó apoyo en la religión para afrontar el juicio. Aun así se los veía dolidos, acongojados, recibiendo abrazos y palabra de aliento de profesionales de la salud.
La primera audiencia terminó con la declaración de Mariana, hermana de Alejandra, que también estuvo en la casa de la calle Gorriti al 800 cuando la joven mamá y su hijo fueron envenenados con cianuro. Durante 30 minutos expuso su verdad y concluyó pidiendo justicia. La audiencia pasó a cuarto intermedio hasta el lunes a las 9. Cuando el juez se levantaba de su silla, Alejandro Párraga se puso sobre el pasillo principal de la Sala y miró fijamente a Gaspar Cinco.