Cómo funciona el sistema educativo en las cárceles argentinas
13/03/2015. Noticias sobre Justicia > Noticias de Argentina
Apenas la mitad de los presos de todo el país accede al estudio en los penales; el panorama es mejor en las prisiones federales.
Después de 22 años preso, Rodolfo "Cacho" Rodríguez, espera con ansias toda la semana a que sea sábado. No porque sea su día de descanso, sino porque es cuando combina su trabajo y su vocación: es el día que da clases a docentes sobre educación en las cárceles. Rodríguez conoce de lo que habla: realizó toda la carrera de Sociología en la sede que tiene la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la ex cárcel de Devoto. "Tengo la mirada académica y, además, soy un antropólogo de mi propia tribu", asegura.
"La educación brinda herramientas. Para el afuera, tener un título me ayudó a conseguir trabajo. Este año me convocaron para ser profesor universitario en Lomas de Zamora. Pero sobre todo, estudiar me ayudó a pensarme como alguien diferente. Ya no era el "pibe chorro", sino el que estudiaba, aprobaba y reflexionaba", cuenta "Cacho".
Según el último informe del Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (Sneep, 2013), publicado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, el 54% de los presos de todo el país (unos 34.000) no participan de ningún programa educativo dentro de las cárceles. En los penales que dependen del Servicio Penitenciario Federal, ese porcentaje es de apenas el 14% (unos 1300 presos).
Un 18% de los presos cursa estudios correspondientes al EGB, mientras que un 15% cursa el nivel correspondiente al Polimodal. En tanto apenas unos 1600 presos (2,5%) cursan carreras universitarias o terciarias. En el SPF, el porcentaje para esta última categoría es de 7,4% (unos 700 presos).
En tanto, un 68,64% de los presos ingresaron a la cárcel con el nivel educativo primario completo. Un 22,9% tenía el secundario completo al momento de ser detenido. En tanto sólo un 2,2% había cursado el ciclo terciario o universitario.
Como revelan la mayoría de los presos entrevistados por LA NACION, dentro de las cárceles casi todos comienzan a estudar por fines utilitarios: salir del pabellón, evitar los traslados, tener un mejor concepto ante las autoridades del Servicio Penitenciario y charlar con gente de afuera del penal. "Cacho" Rodríguez, por ejemplo, se encontraba en una celda de confinamiento y al comenzar a estudiar logró ser trasladado a uno de los pabellones generales.
"Mi objetivo en un principio no era estudiar. Era bajar al CUD en el subsuelo y ver dónde podía hacer un agujero para irme. Después empiezo a darme cuenta que si la fuga era exitosa, iba a romper un proyecto colectivo. Y a la vez, mi familia y mis conocidos se enorgullecían de que yo estuviera ahí y quisiera estudiar", recuerda Rodríguez, quien participó de proyectos sobre educación y trabajo que luego fueron base de futuras leyes judiciales.
En 1986, el Servicio Penitenciario Federal y la Universidad de Buenos Aires firmaron un convenio a través del cual se creó el Programa UBA XXII, que tiene como objetivo brindar educación universitaria en las cárceles. Su núcleo funciona en el Centro Universitario Devoto (CUD), un anexo de la UBA en la ex Unidad 2 de Villa Devoto. Pero también tiene presencia en las cárceles federales de Ezeiza y Marcos Paz.
En el marco del programa los presos pueden estudiar las carreras de Contador Público, Derecho, Letras, Psicología, Sociología. También hay talleres y actividades educativas complementarias.
"Otras universidades públicas brindan educación en cárceles pero con muchos más límites por parte de los servicios penitenciarios y en la mayoría la modalidad es semi presencial o directamente libre", explica Leandro Halperín, ex director del Programa UBA XXII.
Fuente: La Nación